#ElPerúQueQueremos

Sputnik, mi amor de Murakami

No es una historia de amor

Publicado: 2016-05-23
La historia de Sumire, una muchacha que quiere ser novelista y tiene una percepción peculiar sobre la vida y las personas, se enamora de una mujer casada, mayor, hermosa. Mientras un hombre observa todo y nos cuenta todo lo que pasó y lo que desencadenó esa relación.
Reseña

Algunos amigos son para divertirse, otros son tu familia y otros para compartir las pequeñas adicciones. Una de esas amistades que viene de la época de la universidad y que por diferentes razones hemos terminado en diferentes países, nos hemos encontrado por intención y por casualidad en ocasiones en Lima. En una de esas conversaciones, sentados en una tarde de verano, en uno de los peldaños que se encuentran en la librería “El Virrey”, la que está en el Centro de Lima, sí, la que tiene un piano, la que está cerca de la Antigua Oficina de Correos que tiene el techo tragaluz de fierro y que ahora es museo, me preguntó si había leído a Murakami. Recordé el nombre al haberlo visto en algunas librerías. Recordaba el nombre y el título del libro “1984”. Recuerdo también que el libro era gordo y que me dio flojera solo de verlo (sí, soy muy flojo para leer; me gusta, pero soy flojo). Pues bien, me habló de Muarkami, de una amiga en Buenos Aires que se la había recomendado, de lo mucho que la sorprendió y que me lo recomendaba mucho. Honestamente, recibí la recomendación con cariño, pero pensé en el libro gordo y me dio flojera. 

Pero buscando hacer caso al consejo en otra librería me topé con unos libros de Haruki Murakami. Ahí estaba “1984” todo gordo y sonriéndome pensando que era mucho para mi. Al lado, había otro libro del autor. Más delgado y me llamó la atención el nombre: “Sputnik, mi amor”. Me sonó no a autor japonés sino a película de festival pretencioso de cine. Sputnik… ¿Eso no era un satélite? ¿Mi amor? Sería un sobrenombre de cariño. Feo nombre de cariño. Quizá sea un chiste privado. Tomé el libro y le di una leída a las primeras páginas. Lo compré. Me lo llevé de viaje en un año nuevo solitario a Arequipa y terminé de leerlo unos días después en Lima.

A los veintidós años, en primavera, Sumire se enamoró por primera vez. Fue un amor violento como un tornado que barre en línea recta una vasta llanura. Un amor que lo derribó todo a su paso, que lo succionó todo hacia el cielo en su torbellino, que lo descuartizó todo en un arranque de locura, que lo machacó todo por completo. Y, sin que su furia amainara un ápice, barrió el océano, arrasó sin misericordia las ruinas de Angkor Vat, calcinó con su fuego las selvas de la India repletas de manadas de desafortunados tigres y, convertido en tempestad de arena del desierto persa, sepultó alguna exótica ciudad amurallada. Fue un amor glorioso, monumental. La persona de quien Sumire se enamoró era diecisiete años mayor que ella, estaba casada. Y debo añadir que era una mujer. Aquí empezó todo y aquí acabó (casi) todo.

Así empieza la narración y así de claro nos brinda una línea inicial. En Tokyo sucede toda la historia de Sumire, su amor por Mye, y la extraña consecuencia de este es narrada por un amigo suyo, un profesor de primaria, un hombre platónicamente enamorado de ella y cuya relación con Sumire antes que tormentosa la llamaría catártica porque le ayuda a verse a sí mismo y conocerse tal como en verdad es.

Pero esta no es una historia de amor. Al menos en mi opinión va más como una historia sobre la naturaleza del ser humano, su búsqueda de la felicidad, o de lo que cree que esta es, su tendencia a sabotearse, a acostumbrarse a lo que tiene cerca, su conformismo. Acaso el tema en realidad sea la soledad y el cómo estamos acostumbrados a ella.

Y entonces lo comprendí. Habíamos sido unas magníficas compañeras de viaje, pero en definitiva, no éramos más que dos solitarios pedazos de metal trazando su propia órbita cada una. Desde lejos parecían bellos como estrellas fugaces. En realidad, sólo éramos prisioneras sin destino encerradas cada una en su propia cápsula. Cuando las órbitas de los dos satélites se cruzaban casualmente, nos encontrábamos. Quizá simpatizábamos. Pero sólo duraba un instante. Momentos después volvíamos a estar inmersas en la soledad más absoluta. Y algún día arderíamos y quedaríamos reducidas a nada.

Debo admitir que este libro tiene muchos pasajes muy interesantes y que si fuera de los que subrayan los libros, tendría por lo menos el 40% en resaltador amarillo. Pero no, no resalto los libros, no les doblo las páginas, ni nada semejante. En lugar de ello, compré post-its para marcar las páginas con mis pasajes favoritos. La mayoría de estos pasajes son reflexiones de los personajes con respecto a sí mismos o a sus vidas, siempre acompañados de una nota de morriña y sinceridad.

A veces, cuando me levanto y me miro en el espejo, me parece estar viendo a otra persona. Si no ando con cuidado, esa persona me va a ir dejando atrás.

La narración es ágil y aunque no expresa las emociones como los libros que comenté anteriormente, uno percibe claramente los estados de ánimo de sus personajes, que podrían parecer en parte cliché (una muchacha joven, una persona mayor, relaciones de poder, sexo, afecto y todo eso) mientras que al avanzar en la lectura una puede observar su complejidad.

Otra cosa muy interesante es que al ser Sumire una muchacha obsesionada con ser escritora, la obra nos habla también de lo que es el proceso creativo y lo que significa para una escritor su trabajo, a un nivel muy personal.

Ahora bien, si quisiera hacer una aclaración como recomendación: este libro lo recomiendo por la forma en la que está escrito, por la narrativa, antes que por la acción. Si cuantificamos las hechos, vemos que no sucede mucho linealmente con respecto a la historia principal. De ahí que una de las cosas que comenté principalmente fue el tema de los fragmentos que me gustaron pues creo que esta novela puede ganarle a uno mediante esa narrativa reflexiva y emocional. No por nada dicen que Murakami es un autor que es muy accesible y fácil de leer, aún así, profundamente complejo. 

Dejé Tokyo Blues en casa de mi mamá. Lo leeré después. A 1984 lo dejaré en la tienda un poco más.


Escrito por

Gustavo Obando Castillo

Educador, alguna vez aspirante a escritor. Resucitado book lover.


Publicado en

Mango Street

Porque me hacía falta leer y escribir sobre lo que leía.