#ElPerúQueQueremos

La casa en Mango Street

Reseña o crónica sobre cómo encontré el libro y porqué se los recomiendo

Publicado: 2016-04-21
Hay libros que puedo decir que amo y probablemente el primero de ellos fue "La casa en Mango Street".
lo que es reconocer tu casa

En una época, viví en Tegucigalpa. De hecho, fue en una universidad que se encontraba en un valle en las afueras de la ciudad. Los fines de semana tomaba un pequeño bus bajo la firma “El Rapidito” que cubría la ruta desde la ciudad capital hasta Danlí. Al recién llegar solo conocía a mis compañeros de trabajo, así que me dedicaba mucho a pasear por la ciudad para conocerla y encontrar esos pequeños lugares que cuando uno visita lo siente propio. Todos tenemos alguno: un café, una tienda, un parque, un lugar para leer, para celebrar, para pensar, encontrarse con un amigo, en fin… Alguna vez leí que buscar estos espacios era algo ridículamente básico para cualquiera que fuese a mudarse de ciudad; después de todo, uno tiene que sentirse en casa donde viva, ¿verdad?   

Yo encontré un árbol enorme, el patio trasero de mi casa, un restaurante y una pequeña librería. Casi todos los sábados por la tarde pasaba a ver qué encontraba. No siempre compraba algo. A veces solo me gustaba hojear uno que otro libro. Recuerdo que estaba buscando alguna escritora porque unas semanas atrás había leído un artículo sobre las pocas escritoras que hay, sobre todo en Latinoamérica. Que lo de escribir era aún una profesión muy dominada por los hombres.

Sobre una pila de libros había una edición en paperback, una carátula sencilla, tres mujeres (efectivamente, no es la carátula que se muestra en la foto) y lo que llamó mi atención fue el título: "La casa en Mango Street" de Sandra Cisneros. Lo primero que pensé fue en latinos en Estados Unidos y creo que eso quedaba en lo obvio. Asociado a eso pensé en familia, en denuncia social, y en mis prejuicios, un poco de resentimiento también. Tomé el libro, pregunté a un muchacho que atendía la tienda si es que podía quitarle la envoltura de plástico y hojearlo. Abrí el libro. Luego, me moví a unas páginas más adelante y encontré un episodio que me llevó a decidir comprar el libro:

En inglés mi nombre quiere decir esperanza. En español tiene muchas letras. Quiere decir tristeza, decir espera. Es como el número nueve, como un color lodoso. Es los discos mexicanos que toca mi padre los domingos en la mañana cuando se rasura, canciones como sollozos. 
 Era el nombre de mi bisabuela y ahora es mío. Una mujer caballo nacida como yo en el año chino del caballo —que se supone es de mala suerte si naces mujer— pero creo que ésa es una mentira china, porque a los chinos, como a los mexicanos, no les gusta que sus mujeres sean fuertes. 
Mi bisabuela. Me habría gustado conocerla, un caballo salvaje de mujer, tan salvaje que no se casó sino hasta que mi bisabuelo la echó de cabeza a un costal y así se la llevó nomás, como si fuera un candelabro elegante, así lo hizo.  
Dice la historia que ella jamás lo perdonó. Toda su vida miró por la ventana hacia afuera, del mismo modo en que muchas mujeres apoyan su tristeza en su codo. Yo me pregunto si ella 8 hizo lo mejor que pudo con lo que le tocó, o si estaba arrepentida porque no fue todas las cosas que quiso ser. Esperanza. Heredé su nombre, pero no quiero heredar su lugar junto a la ventana. 
En la escuela pronuncian raro mi nombre, como si las sílabas estuvieran hechas de hojalata y lastimaran el techo de la boca. Pero en español mi nombre está hecho de algo más suave, como la plata, no tan grueso como el de mi hermanita —Magdalena— que es más feo que el mío. Magdalena, que por lo menos puede llegar a casa y hacerse Nenny. Pero yo soy siempre Esperanza.  
Me gustaría bautizarme yo misma con un nombre nuevo, un nombre más parecido a mí, a la de a de veras, a la que nadie ve. Esperanza como Lisandra o Maritza o Zezé la X. Sí, algo así como Zezé la X estaría bien.  

Ahora sí, la reseña

El libro nos habla de Esperanza y cómo su familia de origen mexicano sale de un apartamento en un barrio de Chicago a una sencilla casa, lo cual los papás consideran un gran logro, más no Esperanza. A través de ella, se nos cuenta la historia de la familia y de los amigos del barrio, que también forman parte de la familia, la comunidad unida por su situación como latinos, como extranjeros buscando hallarse, viéndose forzados a hacer dialogar a sus fantasías del famoso sueño americano versus la crudeza que viene acompañada de la pobreza. 

 Toda la obra está escrita de la misma manera, entre la inocencia de esa niña - adolescente que anhela algo que no puede tener ahora y a pesar de que parece resentirlo, también muestra afecto, cariño y nostalgia, porque los años pasaron y la narradora sabe más que nosotros sobre lo que le pasó a los personajes que viven en Mango Street. No es una historia, son episodios de una época en la vida de la protagonista que nos ayudan a construirnos una historia y las historias de muchos. 

 No obstante, el tono de la obra delata una esperanza, y creo que no una fantasiosa, si no más bien la idea de que hay una luz al final –y nuevamente, no en un sentido cursi, sino uno real, pero a la que se va a llegar con mucho esfuerzo, con mucho trabajo; sobre todo, recordando (volviendo a la cordura) de dónde provenimos. 

 Ahora, al releer y mostrarles el fragmento sobre Esperanza y su nombre heredado, pensé en mi abuela también, pensé en una mujer valiente y también en una mujer que hizo lo mejor que pudo con lo que le tocó. Y pensé en otra abuela en un cuento, una mujer también valiente, pero con la tristeza asomándose por la comisura de los labios cuando quería sonreír. 

 Y solo para que P sepa cuanto la amo, contaré esto: yo nunca presto un libro. Soy maniático con mis cosas y con algunos libros más que otros. Ella lo sabe y lo sabe muy bien. Nunca habría pensado en prestar este libro por lo mucho que lo apreció y porque no es algo que uno encuentre comúnmente en las librerías. Pero yo le regalé mi edición del libro cuando éramos enamorados. En mis términos, eso es una prueba de amor. Probablemente no sea relevante para muchos. Probablemente lo menciono porque estoy de viaje y P no está conmigo, y la pienso. 

Una cosa más...

Tiempo después supe que el libro fue escrito originalmente en inglés en 1984 y que es un libro que ha pasado a formar parte de la currícula escolar en los Estados Unidos. Compré la edición en inglés hace poco. Aún no la he leído. Y me pregunto si la belleza de la escritura será obra de la autora o de la traductora.  


Escrito por

Gustavo Obando Castillo

Educador, alguna vez aspirante a escritor. Resucitado book lover.


Publicado en

Mango Street

Porque me hacía falta leer y escribir sobre lo que leía.